Koldo Serra / Director de cine
Uriel Gartzia
Nunca pensé que fuera a ser tan fácil.
Hace poco acudí a una masterclass impartida por Koldo Serra en la
UPV/EHU, y en la que quedé sorprendido por su sencillez y honestidad. Cuando
uno imagina a un personaje que ha rodado en 16 mm siendo un renacuajo, que ha
dirigido cortos que han recibido innumerables premios y que ha llevado bajo su
batuta a gente de la talla de Gary Oldman, Paddy Considine, Mariví Bilbao,
Virgine Ledoyen, Aitana Sánchez-Gijón, Lluis Homar o Álex Angulo, no visualiza
a un tipo tan llano como el desierto de las Bardenas. La charla duró una hora y
media y, frente a mis nervios iniciales, acabé sintiéndome en pijama y con
zapatillas de casa.
P: Una de las
cosas que más me llamó la atención en su masterclass fue la correspondencia entre storyboard y el resultante visual de sus
películas. ¿Cómo lo consigue?
R: Yo creo que ayuda mucho el haber
dibujado cómics. Yo siempre he comparado el mundo del cómic con el mundo
audiovisual, en el sentido de que los dos cuentan historias a través de un
lenguaje secuenciado y articuladas en plano. Cuando tú te sientas frente a una
página en blanco, tienes que narrar. Por otro lado, la parte más divertida de
la parte creativa audiovisual es la de pensar lo que quiero contar y, sobre
todo, cómo lo quiero contar. Me estrujo bastante la cabeza en cuanto a las
planificaciones, me vuelvo loco diseñando las secuencias, desglosándolas en
planos... Entonces cuando llego al paso de dibujar el storyboard tengo muy claro lo que quiero contar.
Ayuda a visualizar si lo que estás trabajando funciona o no, pues muchas veces
te das cuenta de que un plano y el siguiente no montan. Es cierto que el storyboard de “Bosque de sombras” o el de “El
tren de la bruja” son alucinantes, pues se parecen mucho al resultado. También
suelo trabajar el uso de las ópticas, el enfoque, si quiero ópticas largas o un
teleobjetivo...La verdad es que últimamente dibujo poco y gracias a los storys me mantengo activo en este sentido. De
todas formas, debe de ser una guía, en ningún caso debe de ser un dogma en el
que nunca se pueda tocar nada, pues muchas veces el espacio para rodar no es
como lo imaginas. Al final es un proceso orgánico y muchas veces el imaginario
no coincide con el set.
P: ¿Cómo tomó la decisión de
contar historias a través de una cámara?
R: A mí me pilló una década
que nos ha marcado a muchos. Fue la década de los 80. Yo nací en el 75, por lo
que vi “E.T.” en el cine en el 81, vi “El Imperio Contraataca”, vi “Indiana
Jones y el Templo Maldito” en el 84, “Los Gonnies” la vi diez veces en el cine,
“Predator”...Como niño todo esto me volvió loco mentalmente. Veía películas en
las que todo lo que me gustaría haber hecho se podía hacer. Yo y mis amigos
íbamos con las bicicletas a la Galea o a los bunkers a buscar pelotas de golf
perdidas y terminábamos pensando que íbamos a encontrar un barco pirata.
Todavía no era consciente de que había tanta gente detrás de una película o de
que el cine era una profesión. Con el tiempo, siendo adolescente, me dí cuenta
de que todo aquello parte de unas personas y de que hay un proceso creativo y
artístico detrás. Esa inocencia es la que se pierde cuando haces cine, ya que
al final estás viendo una película y estás pendiente de cómo la han hecho, cómo
la han fotografiado, y por lo tanto, no estás emocionalmente implicado como
cuando eres niño, que eres una esponja y muy permeable. Una película que me
marcó en este sentido fue “Los intocables de Elliot Ness” de Brian de Palma,
con esa escena de
las escaleras que supone un guiño a “El Acorazado Potemkin”. Fue la
primera vez que tomaba conciencia de que una película es algo premeditado y
trabajado, donde nada es casualidad y en la que hay mucha gente detrás que la
hace posible. En definitiva, fue más un proceso que algo que sucedió de un día
para otro.
P:
En los años 80, se juntaban los años de plomo de la ETA, una ciudad
como Bilbao, gris, sobre industrializada y casi apocalíptica, en
plena transición, el auge del punk y la heroína ...Debía de ser
una locura.
R: Yo creo que a esa edad todavía no eres consciente de todo eso y que lo
vas asimilando con el tiempo. Todo eso lo paliaba yendo al cine con mi abuela a
ver Terminator y ese tipo de cosas. Antiguamente existía la
“sesión continua” en la que podías ver la película las veces que quisieras
mientras no salieses del cine. Entonces a mi me soltaban ahí y en una tarde me
pude ver “Los Goonies” tres veces seguidas. Mi madre me soltó a las
16:00 de la tarde y me recogió a las 21:00. Esto ahora es inviable pero en
aquella época se podía hacer. La evasión a todo esto que cuentas va por ahí.
Has dicho una cosa clave hablando de aquel Bilbao, porque ahora sí recuerdo una
película que me marcó profundamente, sobre todo en el sentido de decir: ésto
(del cine) se puede hacer, y se puede hacer aquí. Fue “Acción
Mutante”. Recuerdo perfectamente el día que fui a verla al cine y
entendí que esa película se había rodado aquí, dirigida por un tío de aquí, que
tiene naves espaciales, que es una película postapocalíptica, una distopía
futurista al estilo Blade Runner, con humo en las calles, con
humedad, con lluvia, con una estética sucia...y resulta que se ha hecho aquí.
Pues si se ha podido hacer ésto en Bilbao, ¡¿porqué no vamos a poder nosotros?!
Yo creo que ésto nos motivó a una generación entera.
P: En tu primer largometraje, “Bosque de Sombras”, sorprende la ausencia de
florituras visuales y narrativas, sobre todo siendo tu primera película.
R: Mi apuesta era ser muy distante emocionalmente hablando, muy distante
formalmente, cámara lejos, ópticas abiertas... En esencia, quería hacer una
película en la que el espectador entrara o no, pero lo hiciera sin mucha manipulación
por mi parte... una especie de traición a lo comercial... Entiendo que entre
otras muchas cosas, esto ayudó a que la película no funcionara como nos hubiera
gustado a todos los implicados.
P:
Y ¿cómo se gestiona ésto? Es decir, cuando haces una apuesta de
esas magnitudes y te sale mal, ¿hay momentos en los que dudas?
grado de participación. Pasa mucho con directores coreanos o europeos que tienen personalidad. Se los llevan a Hollywood donde ruedan una película de estudio en la que su personalidad brilla por su ausencia. Entonces, si al final tenemos que hacer películas más pequeñas, con presupuestos más pequeños y de distribución más pequeña, pero siendo coherentes con lo que somos, que así sea. De todas formas, creo que no hay que olvidar que esto es un trabajo y que si nos apasiona contar historias, tal vez hay que contar algunas historias más aptas para el público general, y otras, más para uno mismo.
P:
Este fin de semana pasado, trabajé por primera vez en el rodaje de
un anuncio publicitario. Lo que más me gustó fue trabajar en un
proyecto de cierta envergadura, con una Red
One y
dos Scarlet...
Fue
brutal poder visualizar toda la estructura del rodaje, ver todo
aquello que no se ve en pantalla.
R:
Es ahí donde comienzas una nueva fase. Antes te lo comentaba. Cuanto
más experiencia tienes en este mundo, cuanto más trabajas y más
metido estás, menos magia vas a sentir como espectador. Uno ve
todos los mecanismos emocionales para que una secuencia funcione, los
mecanismos para asustar al espectador, y al final, estás más
pendiente de eso que de otra cosa. Pero y aunque suene a
contradicción, yo soy de los que todavía me fascino con el poder de
los making
off. Todavía
me convierto en niño cuando veo un making
off, donde
veo como ruedan las cosas y, posteriormente, la imagen resultante.
Por mucho que me dedique a ésto, que haga cosas parecidas o efectos
especiales, aún me fascina el poder de la imagen resultante
. Todavía, esas cosas me encantan y creo en esa magia. La que no tengo como espectador viendo las películas y la que mantengo viendo el proceso y, sobretodo, el efecto resultante del mismo, que todavía me fascina.
. Todavía, esas cosas me encantan y creo en esa magia. La que no tengo como espectador viendo las películas y la que mantengo viendo el proceso y, sobretodo, el efecto resultante del mismo, que todavía me fascina.
P:
¿Qué es más importante para abrirte un hueco? ¿Un apellido o el
talento?
R:
Es como todo. Supongo que el apellidarse Pantoja ayudará a que te
paguen 3.000 euros por pinchar en un bolo, y sin embargo, un dj que
lleva tres años pinchando en Bilbao lo tiene más complicado.
Evidentemente, es así de mierda todo. En la sociedad en general, un
apellido o un nombre te abre puertas que no te abre la experiencia.
P:
Sobre todo en España, ¿no? ¿Tú qué crees?
R:
Sí. Pero también te digo que la constancia y el talento, antes o
después, despuntan. Igual el proceso es más largo, pero creo que si
uno tiene constancia, trabaja y es bueno...Al final, está profesión
tiene muchas cosas malas, pero también algo bueno. Si tu trabajo es
bueno, te vuelven a llamar. Si tú curras con alguien, y esa persona
te funciona, lo da todo y se deja la piel, yo vuelvo a currar con él. Lo mismo pasa conmigo. Yo, cuando hago una publicidad con
una agencia y me he dejado las pestañas, aunque la hallamos hecho
por tres euros, siempre me vuelven a llamar. Es cierto que muchas
veces llaman al que tiene más nombre, aunque luego no se implique
nada, pero sigo pensando que el trabajo siempre se agradece. Igual
ese proceso es más costoso, pero al final sí se puede. Hay que
hacer, hacer y hacer hasta que al final no te haga falta andar
mendigando. Te llamarán porque saben que tu curro es bueno.
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